El
yoga no es un deporte. Un buen profesor de
hatha-yoga no es un contorsionista. Un gimnasta o bailarín, puede hacer asanas mejor y de forma más estéticas que un profesor
de yoga. El yoga no es una religión o un dogma, no es una simple
terapia. El yoga es el método de desarrollo humano más
antiguo del mundo cuyas
técnicas han sido probadas a lo largo de milenios.
Yoga es la unión del
cuerpo, la mente y del Ser con la Mente Universal. Toda forma de yoga que dice no ser “espiritual” no es yoga. Yoga incluye todo, el cuerpo, la
mente y el espíritu.
El maestro de yoga enseña a sus alumnos donde buscar para encontrar
su propio maestro interior. No hay mejor maestro ni más inspirador que el
interior y el buen maestro exterior te conduce
al maestro interior.
¿Qué hace a un buen profesor? Aunque cada uno es diferente, hay algunas
características que tienen en común los mejores profesores de yoga que he
conocido en mi vida:
Tiene experiencia en el yoga: además de experiencia
enseñando, es importante que sea un verdadero yogui. El mejor profesor es el
mejor estudiante. Esto no quiere decir que deba ser muy flexible, muy fuerte o
atlético. Si tiene un aspecto saludable y se percibe que vive lo que enseña.
Más que practicarse, el yoga se vive. No se puede transmitir lo que no se ha
experimentado.
Tiene una formación certificada: Esto quiere
decir que haya aprendido de un maestro, una escuela, tradición o linaje de yoga
autentico y de calidad reconocida. Como mínimo una formación
de 200 horas reconocida por el Yoga Alliance y que practique diariamente su sadhana (practica de yoga personal). Y que su formación continúe en el tiempo. En la tradición de la india, el discípulo
vive con el maestro por unos 12 años (Gurukula) y lo más cercano para un
occidental a ese aprendizaje es la convivencia continuada por periodos de
tiempo de varias semanas con su maestro y esto se puede realizar en los cursos de yoga. Los títulos
no son una garantía de ser buen profesor pero desde luego es un buen referente
ya que las titulaciones reconocidas requieren de una inversión elevada de tiempo,
dedicación, esfuerzo e inversión financiera que implican el aprendizaje de la filosofía
Vedanta del yoga, estilo de vida saludable y yogica, principios ayurvedicos además de estudios de anatomía, técnicas de enseñanza de
asanas, pranayama, meditación etc…
Es compasivo y entregado: un yogui vive
en el amor y la compasión y un profesor
de yoga fundamenta su enseñanza en él. Implica que tenga amor hacia lo que está
haciendo, hacia sus estudiantes, hacia la tradición. Pone el corazón en lo que
hace y sabe conectar con los alumnos transmitiendo con su ejemplo y con su actitud lo que es el yoga. El amor nos
hace estar al servicio del otro, comprenderlo y ser sensible a sus necesidades.
Los profesores de yoga reconocen lo que sus estudiantes están experimentado, están
siempre atentos . Aunque intentan llevarlos
cada día un poco más allá, incitando a que relajen su mente y con ella su
cuerpo, ayudando a profundizar en las posturas, superando miedos y límites
mentales. La entrega quiere decir que una clase es una oportunidad para
compartir un conocimiento universal y que el profesor no es más que un
vehículo. Un buen profesor de yoga se desprende de su ego y transmite las
enseñanzas que a su vez le fueron transmitidas a él.
La voz de un profesor de
yoga es quizás su herramienta más poderosa: Ser
capaz de dirigir con seguridad un grupo de personas dentro y fuera de las
posturas utilizando sólo las palabras puede ser un reto suficiente, pero
hacerlo de una manera suave y clara que mantenga el flujo de la clase es la
marca de un gran maestro.
Es positivo: Hay profesores que brillan como el sol y esto hace que
nos contagien de su visión positiva y entusiasmo. Es algo así como que el amor
se extiende a la vida y celebran cada manifestación del absoluto, y cada paso
de crecimiento, como algo maravilloso. Porque además de tener esta entrega y
sensibilidad para hacernos sentir protegidos y en un lugar de tranquilidad,
también es importante que nos haga sentir felices y motivados. Los profesores
de yoga queme han inspirado profundamente, se sienten bien en su propia piel y nos hacen
sentir lo mismo. Nos incitan a amar nuestra práctica, a fluir con la vida y amarnos a nosotros mismos en el proceso.
Es una inspiración: el papel del
profesor de yoga no es ser un gurú espiritual, pero sí es una figura que nos
enseña más allá de unas posturas. Ha de tener la sabiduría para incentivarnos a querer ser un poco mejores, a reconocer que somos más que el cuerpo y la mente.
Tal vez el punto más importante que destacaría de buen maestro de yoga es que a demás de ser humano (con sus características naturales y sus necesidades) ,
es ante todo un faro de luz y que generosamente comparte esa luz con todo el que le
rodea, irradiando Paz y armonía lo que hace que estar en su presencia despierte nuestra propia luz.
Gracias a mis maestros por entregar tanta Luz y mostrarme mi luz interior para con humildad transmitir las enseñanzas del yoga y continuar aprendiendo y bebiendo de la fuente de sabiduría del Yoga.
Om Shanti
Amalia Shakti
YOGA VIDA SALUDABLE
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